lunes, 27 de junio de 2011

Literatura siglo XX

Historia de la Literatura.
Se prescinde aquí de Álvar Núñez Cabeza de Vaca (v.), Ulrich Schmidl, el obispo Lizárraga y el arcediano Barco Centenera, por ser europeos. El primer escritor nacido en P. es Ruy Díaz de Guzmán (1560?-1629). Aunque impresa sólo en 1835, su obra La Argentina es de 1612. En 1585 llega el franciscano español Luis Bolaños, que escribió un Catecismo muy utilizado. Luego, entre los misioneros jesuitas, hay que citar a Antonio Ruiz de Montoya (1585-1652), limeño, autor de la Conquista espiritual. Y sigue una larga serie de jesuitas europeos que escriben en diversos idiomas y se «paraguayizan»: Nicole de Toict (Nicolás de Techo), Pedro Montenegro, Antonio Sepp, Pedro Lozano, José Cardiel, /osé Sánchez Labrador, Martín Dobrizhoffer, José Guevara, Florián Baucke, José Manuel Peramás. A fines del S. XVIII viven también en P. dos marinos dignos de ser recordados: Félix de Azara y Juan Francisco Aguirre. Dos paraguayos insignes actúan fuera: Pedro Vicente Cañete y Domínguez (1742-1816), funcionario en el Alto Perú y que escribe Guía histórica y geográfica de la provincia de Potosí publicada en 1952; y Manuel Antonio Talavera (17611814), que, trasladado a Santiago, escribe Revoluciones de Chile y deja allí descendencia ilustre.
      De la época romántica citaremos al presidente Francisco Solano López (v.), mente lúcida que sabía expresar con nitidez sus ideas (Proclamas y cartas) ; al paraguayo más sabio de su tiempo, P. Fidel Maíz (1833-1920), autor de Etapas de mi vida; a Natalicio Talavera (183969), que en guerra contra la Triple Alianza fue poeta, corresponsal y víctima; a Victorino Abente (1846-1933), Juan Crisóstomo Centurión, autor de unas Memorias de la guerra; Juan Silvano Godoy (1850-1926), historiador, y Delfín Chamorro (1863-1931), poeta y gramático.
      De los sobrevivientes de la heroica guerra (1865-70) contra la Triple Alianza (Brasil, Argentina, Uruguay), los varones se dedican a la política y las mujeres a repoblar el país. Los géneros literarios de ese tiempo serán la historia, el periodismo y un poco el ensayo, sobre todo sociológico. Historiadores y ensayistas: Moisés Bertoni (1855?-1929), revelador de La civilización guaraní; Cecilio Báez (1862-1941); Manuel Gondra (1871-1927): Hombres y letrados de América; Fulgencio R. Moreno (18721933): La ciudad de Asunción; Blas Garay (1873-99); Viriato Díaz Pérez (1875-1958); Juan E. O'Leary (1879), autor de El libro de los héroes, El mariscal Solano López, El centauro de Ibicuy; Ignacio A. Pane (1880-1920); Manuel Domínguez (1894-1936): El alma de la raza; Pablo Max Insfrán (n. 1894): La expedición norteamericana contra el Paraguay; Justo Pastor Benítez (18951963): El solar guaraní, Estigarribia, el soldado del Chaco, El mirador de un exiliado; Juan Natalicio González (1897-1967): Proceso y formación de la cultura paraguaya; Justo Prieto (n. 1897); Gustavo González (n. 1898): Mitos, leyendas y supersticiones guaraníes; Arturo Bray (n. 1898): Hombres y épocas del Paraguay; León Cadegan (n. 1899): Gualú Ratayhí, Leyendas guaraníes; Carlos Zubizarreta (n. 1903): Capitanes de la aventura, Cien vidas paraguayas, Historia de mi ciudad; Pastor Urbieta Rojas (n. 1905): Estampas paraguayas; Efraím Cardozo (n. 1906): Vísperas de la Guerra de Paraguay, Historiografía paraguaya, Breve historia del Paraguay; Julio César Chávez (n. 1906): El presidente López, El general Díaz, El Supremo Dictador, Itinerario de don Antonio Machado; Juan B. Gill Aguinaga, Hipólito Sánchez Quell (n. 1907), Francisco Montalto (n. 1908), R. Antonio Ramos (n. 1907), Alberto Nogués (n. 1912) y Benigno Riquelme García (n. 1922).
Lengua. No es propio decir que Paraguay fue conquistado por españoles; sino más bien que el elemento indígena (guaraní, cario) se fusionó con el invasor. De ahí su bilingüismo, respetado por los misioneros y practicado en todo el país desde el comienzo hasta ahora. Y en guaraní (v. TUPI-GUARANíES II), se han publicado periódicos como el Cabichuí de la Guerra Grande (1865-70), versos de varios poetas, el teatro de julio Correa y otras piezas teatrales, desde Guariniro de Rufinelli hasta Aña-reta-í de Ernesto Báez.
                                                                                                              Alfonso M. Escudero

La literatura de Paraguay del siglo XX

En Paraguay, la personalidad de Augusto Roa Bastos (1917-2005) ocupa un lugar esencial. Sus relatos breves El trueno entre las hojas (1953), El baldío (1966) y Moriencia (1967) describen magistralmente distintos aspectos de la vida paraguaya. Como novelista, Roa se hace intérprete en Hijo de hombre (1960) de la opresión del pueblo paraguayo, mientras que en Yo el Supremo (1974) reconstruye la figura del doctor Francia, “Perpetuo Dictador del Paraguay”, en una meditación sobre el poder. Sólo por esta novela Roa ya se merecería figurar entre los grandes escritores latinoamericanos del siglo XX.

Novelistas del Paraguay más importantes del siglo XX


José Rodríguez Alcalá 
Rodríguez Alcalá, José (1883-1959). Narrador, ensayista y periodista argentino, aunque afincado en Paraguay desde 1900, por lo que está considerado como uno de los grandes escritores paraguayos que impulsaron las Letras nacionales a lo largo del siglo XX. Nació en Carmen de Patagones (Argentina) en 1883, y falleció en Asunción en 1959.
Llegó, en efecto, a la capital paraguaya con tan sólo diecisiete años de edad, y desde esa fecha tan temprana en su biografía entró en contacto directo con el panorama intelectual y artístico de Paraguay, donde pronto entabló amistad con otros jóvenes autores extranjeros como Rafael Barrett, Viriato Díaz Pérez y Martín de Goycoechea Menéndez, con los que formó un selecto círculo literario que animó de forma decisiva a los autores locales. Merced a esta intensa labor de animador cultural desplegada por el joven José Rodríguez Alcalá y sus compañeros de inquietudes literarias, las primeras décadas del siglo XX conocieron el auténtico despertar de la literatura paraguaya propiamente dicha, hasta entonces aletargada bajo las formas y los contenidos comunes a toda la tradición hispanoamericana. Pero su importancia dentro de la historia de las Letras paraguayas no se reduce a este papel de impulsor y animador cultural, ya que el escritor procedente de Argentina fue también el primer autor que publicó una novela estrictamente paraguaya, Ignacia (1905), por lo que ha pasado a la historia de las Letras del país como el primer novelista nacional. Además, se interesó vivamente por la cultura de la nación que le había acogido y estudió buena parte de su historia y de las semblanzas biográficas de sus figuras más sobresalientes, para verter luego sus conclusiones a través de numerosos artículos ensayísticos que le configuran también como uno de los primeros autores paraguayos en el cultivo de este género. Rodríguez Alcalá, José (1883-1959). Su condición de pionero se manifestó también en su preparación de la primera selección impresa de las Letras de su país adoptivo, publicada a comienzos de la década de los años diez bajo el título de Antología paraguaya (1910).
Esta obra es una de las herencias de José Rodríguez Alcalá, un argentino nacido en el pueblo bonaerense de Carmen de Patagones en 1883, y tronco, en el país, de una familia de intelectuales todavía vigente. Arribó al país con 18 años, en 1901, y a poco publicó sus dos primeros libros de relatos: Gérmenes (1903) y Ecos del Alma (1904). En ellos se narran anécdotas en los que predomina la violencia física y moral situada en escenarios rurales. Un tema que parece haber capturado el interés del narrador es la condición de la mujer que se ve obligada a prostituirse. Esta realidad social y su trasfondo ético generaron el rechazo del escritor a los condicionamientos de la estructura moral que determina semejante injusticia.
Este es precisamente el tema de Ignacia, la novela publicada en 1905 y que ahora se reedita por tercera vez.


Ignacia
La novela relata las tribulaciones de una joven asuncena, hija de un inmigrante italiano, lanzada a la prostitución para salvarse de la miseria. De corazón puro e ingenuo, encuentra un día la ocasión de abandonar la búsqueda callejera uniéndose a un hombre que le promete la felicidad de un hogar y una familia. Apenas iniciada esa vida que Ignacia experimenta con plenitud, la realidad la golpea brutalmente desbaratando todo lo que ella había construido. Es entonces cuando descubre en sí fuerzas suficientes para desnudar la hipocresía, la bajeza moral y la traición que dirigen la conducta social de la gente, aprovechándose de la noche de carnaval para avergonzar a quienes provocaron su frustración y su desgracia.
Esta obra es una de las herencias de José Rodríguez Alcalá, un argentino nacido en el pueblo bonaerense de Carmen de Patagones en 1883, y tronco, en el país, de una familia de intelectuales todavía vigente. Arribó al país con 18 años, en 1901, y a poco publicó sus dos primeros libros de relatos: Gérmenes (1903) y Ecos del Alma (1904). En ellos se narran anécdotas en los que predomina la violencia física y moral situada en escenarios rurales. Un tema que parece haber capturado el interés del narrador es la condición de la mujer que se ve obligada a prostituirse. Esta realidad social y su trasfondo ético generaron el rechazo del escritor a los condicionamientos de la estructura moral que determina semejante injusticia.
Este es precisamente el tema de Ignacia, la novela publicada en 1905 y que ahora se reedita por tercera vez.
La novela relata las tribulaciones de una joven asuncena, hija de un inmigrante italiano, lanzada a la prostitución para salvarse de la miseria. De corazón puro e ingenuo, encuentra un día la ocasión de abandonar la búsqueda callejera uniéndose a un hombre que le promete la felicidad de un hogar y una familia. Apenas iniciada esa vida que Ignacia experimenta con plenitud, la realidad la golpea brutalmente desbaratando todo lo que ella había construido. Es entonces cuando descubre en sí fuerzas suficientes para desnudar la hipocresía, la bajeza moral y la traición que dirigen la conducta social de la gente, aprovechándose de la noche de carnaval para avergonzar a quienes provocaron su frustración y su desgracia.
Dice Arturo Torres Rioseco: "El Paraguay ha sido, desde el punto de vista de la literatura, uno de los países más productivos de América". Y Raúl Amaral, escritor argentino: "La historia de esta literatura está llena de frustraciones, de tramos unidos a destiempo, de apetencias fragmentadas"... En general, podría afirmarse que es ésta "una literatura sin pasado". Sólo en el terreno de la historia – a menudo más polémica que científica – la cosecha nacional es copiosa y se pueden citar desde los primeros tiempos nombres de relieve. En lo restante, no puede hablarse de una producción de nivel continental, ni aun platense, hasta bien entrado este siglo.






Augusto Roa Bastos

(Asunción, 1917 -2005) Narrador y poeta paraguayo, sin duda el escritor de su país más importante del siglo XX y uno de los grandes novelistas de la literatura hispanoamericana. Pasó su niñez en el pueblo de Iturbe, lugar que le sirvió de inspiración para muchas de sus creaciones. En 1932 se escapó de su casa para alistarse en el ejército durante la guerra del Chaco. Esos años, durante los que permaneció en la retaguardia, fueron cruciales al proporcionarle anécdotas y vivencias que alimentarían su literatura.
En 1936 trabajó en Asunción como periodista para El País, del que fue luego director. Por entonces, con J. Pla, H. Campos Cervera y otros pocos, inició la que sería la renovación poética paraguaya de la década de 1940. En 1944 viajó a Gran Bretaña, con una invitación del Consejo Británico, y trabajó allí como corresponsal para su periódico y también en la BBC de Londres, donde fue el primer locutor paraguayo.
Poco después de regresar al país, fue forzado al exilio tras la Revolución de 1947, cuando se ordenó su arresto, hecho que lo obligaría a vivir en el exterior por más de cuarenta años, de los cuales los primeros treinta transcurrieron en Buenos Aires.
Durante este largo período trabajó entre otras cosas como guionista cinematográfico, una profesión que calificaría como "de supervivencia" pero que sin embargo influyó en su "estilo descriptivo", tras haber estructurado los argumentos de una docena de películas. En 1953 publicó su colección de cuentos El trueno entre las hojas, libro al que le siguió, en 1960, la novela Hijo de hombre, por la que recibió el unánime reconocimiento de la crítica. De modo fragmentario, esta obra abarca cien años de historia paraguaya, y en ella hay que destacar el rigor técnico con que el autor traza su complejo relato y la fuerza expresiva de una prosa mestiza (mezcla de español y guaraní) que transcribe el habla regional.
Más tarde dio a conocer El baldío (1966), Madera quemada (1967) y Moriencia (1969). Pero su fama internacional no llegaría hasta 1974, cuando publicó Yo el Supremo, novela histórica que protagoniza el dictador Gaspar Rodríguez de Francia, obra que lo estableció definitivamente en la vanguardia de los escritores del continente y por la que pasó a formar parte del llamado boom latinoamericano.
Figura siniestra y a la vez fascinante, con visos de déspota ilustrado, Gaspar Rodríguez de Francia encerró materialmente a su país dentro de un círculo de autoritarismo y de aislamiento. En la novela, el narrador queda sustituido por un compilador que proporciona materiales al lector para que sea éste quien la monte o construya. Como obra del lenguaje, profundiza en las raíces del español paraguayo, en busca de lo que se ha calificado de "oralidad escrita", lo cual potencia la creación de neologismos, deformaciones y continuos juegos tanto léxicos como sintácticos.
En 1976 se integró al plantel de profesores de la Universidad de Toulouse, en Francia, donde enseñó literatura y guaraní hasta 1984. En 1982, durante una visita que realizó a su país, fue expulsado del Paraguay y se le confiscó el pasaporte, acusado por el régimen de Stroessner de adoctrinar a la gente joven con la ideología marxista. Como única prueba se presentaron documentos que demostraban que había estado en Cuba.
De 1985 en adelante fue un opositor activo al gobierno de Stroessner y actuó como embajador no oficial del Acuerdo Nacional en Europa. En febrero de 1986 publicó una Carta Abierta al pueblo paraguayo, que circuló ampliamente dentro del país y en la que se exigía una transición a la vida democrática. Poco después de la caída de Stroessner regresó al Paraguay. En noviembre de 1989 recibió el Premio Cervantes. Sus publicaciones posteriores incluyen las novelas Vigilia del almirante (1992), El fiscal (1993), Contravida (1994) y Madama Sui (1995). También publicó piezas de teatro y numerosas antologías de relatos como Los pies sobre el agua (1967), Cuerpo presente y otros cuentos (1971), Lucha hasta el alba (1979), Antología personal (1980), Contar un cuento y otros relatos (1984).

Hijo de Hombre
La novela Hijo de Hombre fue publicada en su versión original en 1960. Esta novela es la primera de una trilogía compuesta además por Yo El Supremo y El Fiscal.
El resumen que a continuación se presenta es de la segunda versión, publicada en 1991 por la editorial El Lector de Asunción.
En una nota preliminar el Autor hace referencia al carácter bilingüe de la cultura paraguaya que constriñe a los escritores, en el momento de escribir en castellano, a oír un discurso oral en guaraní. La presencia lingüística del guaraní se impone desde el interior del mundo afectivo. Los signos de la escritura en castellano tienen dificultad en captar y expresar el texto oral guaraní.
El autor afirma que sus novelas son un intento de lograr la fusión de los dos hemisferios lingüísticos del paraguayo.
Roa Bastos justifica la segunda versión de la novela diciendo que un texto, si es vivo, vive y se modifica, lo varía e inventa el lector en cada lectura. También el autor puede variar el texto indefinidamente sin hacerle perder su naturaleza originaria sino enriqueciéndolo con sutiles modificaciones
En la nota preliminar el Autor afirma que esta nueva versión de Hijo de Hombre “es una obra enteramente nueva sin dejar de ser la misma con respecto al original en cuanto mantiene esencialmente su fidelidad al contexto originario de cuya realidad no es más que una de las posible fábulas que la palabra portadora de mitos puede inventar”.



Carlos Villagra Marsal
Es un poeta, narrador, ensayista e intelectual paraguayo. Ha aportado mucho a la literatura del Paraguay, no sólo como creador sino también como editor y promotor.
Nació en Asunción, capital de la República del Paraguay en el año 1932.
Desde muy joven, Villagra Marsal se dedicó a la creación literaria.
También abogado, a este escritor se lo reconoce también como parte de la llamada "promoción del 50", con la cual compartió una prolífica etapa de formación y producción literaria en la Academia Universitaria del Paraguay.
Durante muchos años, Villagra Marsal fue director de la Tertulia Literaria Hispanoamericana de Asunción. Actualmente es profesor de literatura guaraní en la Universidad Católica y en la Universidad Nacional Asunción.
Co-fundador con José María Gómez Sanjurjo y Jorge Gómez Rodas de Alcándara Editora, fue su director de 1982 hasta 1988. Condujo además la Editorial Araverá de 1985 a 1987.
Hasta la fecha, Villagra Marsal ha escrito cuatro libros y numerosos ensayos, y comentarios críticos aparecidos en diversos semanarios culturales y publicaciones literarias nacionales y extranjeras.
Es autor de dos libros de poesía: "Antología mínima", publicado en 1975 y "Guarania del desvelado", en 1979. Este último incluye su épico "Canto a Simón Bolívar", escrito en año 1954.
El escritor fue premiado en el año 1954 en los "juegos florales" organizados por la "Sociedad Bolivariana del Paraguay" en homenaje a Bolívar.
En prosa, Villagra Marsal es autor de "Mancuello y la perdiz", publicada en 1965. Esta novela corta fue ganadora del Primer Premio (en narrativa), otorgado en 1966 por el diario "La Tribuna". Su obra más reciente, publicada en el año 1992, es "Papeles de Última Altura". Actualmente tiene un poemario en prensa.
De su cosecha poética, Villagra Marsal ha publicado 'Antología mínima', 'Guarania del desvelado', 'El júbilo difícil', en 1996; y 'Poesía congregada', en México y España, en el mismo año.
Junto a José María Gómez Sanjurjo y Jorge Gómez Rodas, Villagra Marsal fue cofundador y director de Alcándara Editora que, de 1982 a 1988, sacó a luz sesenta volúmenes de poesía paraguaya. Pero fue además director de la Editorial Araverá, entre los años 1985 y 1987.
Durante los difíciles años de la dictadura de Stroessner, Carlos Villagra Marsal condujo la bien recordada 'Tertulia Hispanoamericana del Paraguay', que se realizaba una vez por semana en el Centro Cultural Juan de Zalazar.
Villagra Marsal redactó "Mancuello y la Perdiz" mientras ocupaba un cargo en la sede de la ONU en Santiago de Chile, logrando el premio del matutino La Tribuna.
En "Mancuello y la perdiz", Villagra Marsal, como cualquier escritor de una comunidad bilingüe, aprovecha la vigencia de dos códigos lingüísticos con carácter de difusión general en la colectividad, según se señaló en el programa "Voces", de Radio Nederland en la que habló de su novela corta. El guaraní, lengua ampliamente mayoritaria en el Paraguay, ha sido mantenido en situación predominante de orabilidad, siendo considerada como instrumento de la comunicación 'corriente', 'familiar' o 'espontánea' y de la cual se excluyen múltiples esferas de la comunicación y de las relaciones sociales, según algunos los lingüistas.
Su novela corta “Mancuello y la Perdiz”, que obtuvo el Premio de Narrativa, periódico La Tribuna, 1965, pertenece a los clásicos de la narrativa paraguaya de ficción. El autor, mediante la utilización del castellano paraguayo y la traducción directa de las expresiones y las sintaxis guaraníes, alcanza las raíces de la paraguayidad con tanta frescura como precisión.
"Mancuello y la perdiz" ofrece al lector una historia de corte maravilloso, cuya propuesta podría resumirse así: poco importa que las circunstancias sean nefastas, letales, invivibles; un día, algo ocurrirá y todo cambiará, para mejor. Se lee en un fragmento de esta obra "¿De qué o de quién depende que la vida se desarrolle en circunstancias difíciles de soportar? De un arriero, mestizo de negro, más traicionero que víbora-liana, jugador, borracho, pendenciero, asesino: Pantaleón Mancuello, quien impone su fuerza funesta a todo un pueblo de la región Oriental del Paraguay. Y, ¿a qué o a quién incumbe que el pueblo se libre de Mancuello?. A un forastero, educado, cortés, respetuoso, «un arribeño que iba de cruzada, llamado José, quien resultará siendo el Ángel Gabriel. ¿Cómo José se deshace del malvado? En una rencilla, sacudiéndole latigazos sin duelo ni tregua. Para escapar de ellos, Mancuello se zambulló directamente en el caraguatal. José se marchó del pueblo montado en un zaino que galopeaba en el aire, señal de su condición angelical".




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